Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia mientras navega. Las cookies que se clasifican según sea necesario se almacenan en su navegador, ya que son esenciales para el funcionamiento de las características básicas del sitio web. También utilizamos cookies de terceros que nos ayudan a analizar y comprender cómo utiliza este sitio web. Estas cookies se almacenarán en su navegador solo con su consentimiento. También tiene la opción de optar por no recibir estas cookies. Pero la exclusión voluntaria de algunas de estas cookies puede afectar su experiencia de navegación.
Imprescindibles
Las cookies necesarias son absolutamente esenciales para que el sitio web funcione correctamente. Esta categoría solo incluye cookies que garantizan funcionalidades básicas y características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.
No imprescindibles
Estas cookies pueden no ser particularmente necesarias para que el sitio web funcione y se utilizan específicamente para recopilar datos estadísticos sobre el uso del sitio web y para recopilar datos del usuario a través de análisis, anuncios y otros contenidos integrados. Activándolas nos autoriza a su uso mientras navega por nuestra página web.
Las calles parecían más oscuras, los edificios más altos, la gente más amenazante, el mundo se había vuelto más peligroso. Ella lo hacía más peligroso.
info
Las calles parecían más oscuras, los edificios más altos, la gente más amenazante, el mundo se había vuelto más peligroso. Ella lo hacía más peligroso. Desde siempre se había sentido espectadora en el teatro de la vida, sola en aquella metrópoli llena de sombras, contemplando a la gente correr de un lado a otro, llorar, reír, soñar, despertar... Sabía que no encajaba, que no pertenecía a aquel mundo y, por más que lo intentase, nunca lo haría. Además, estaba aquella intensa y violenta atracción, un canto de sirena, una llamada implacable, visceral, que desde niña susurraba de manera dolorosa en su interior obsesionándola y forzándola a ir de un lado a otro de la ciudad sin saber por qué. Una vez más, atraída por ese inevitable y feroz impulso, atravesó la urbe, pero esta vez su errático deambular lo cambiaría todo para siempre. La imagen de aquel cuchillo sujeto por una infantil mano; el charco de sangre que, poco a poco, iba dibujando la silueta del hombre sobre las baldosas de la cocina; esos terroríficos y angelicales ojos azules... Aquella dantesca escena traería consigo la promesa de respuestas, respuestas que la arrastrarían a descubrir un mundo sobrenatural y la verdad sobre sí misma.